En Occidente, el sentido de lectura de un cómic es de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
Esta observación puede parecer muy evidente, pero hay que tenerlo en cuenta siempre a la hora de planificar la composición de una página. Y en muchas ocasiones resultará un quebradero de cabeza. No son pocos los profesionales que cometen fallos al no tener en cuenta esta sencilla regla, haciendo farragosa la lectura, cuando no, desorientando al lector.
En la ilustración pueden verse varios ejemplos de páginas bien y mal hechas.
Ibáñez es un autor que suele cometer un error demasiado a menudo. A continuación se muestra un ejemplo que es un verdadero despropósito. El lector se ve obligado a volver atrás cuando ya ha terminado la página, y luego, otra vez para adelante, acabando la lectura en medio de la tira.
Hay que tener en cuenta que cuando una viñeta es recorrida por la mirada dos veces en dos direcciones opuestas, la lectura pierde fluidez.
Sin embargo, no pensemos que Ibáñez no es consciente del error. Simplemente, la falta de tiempo, de espacio o de motivación hacen que pase de todo. Al principio de su carrera, cuando estaba decidido a ser una figura mundial, demuestra que conoce perfectamente el medio. En el siguiente ejemplo comete un error similar, pero lo soluciona en parte con un recurso original: mete una viñeta en otra. La mirada tiende a volver atrás y luego hacia abajo, que es el sentido de caída del personaje. Con esto obtiene un gran dinamismo. Al final se estropea en la última viñeta. Posiblemente sea de las poquitas cosas que se le pueden reprochar a su gran obra: "Valor y al toro".
Desde luego, lo mejor para no equivocarse nunca es distribuir la página en viñetas iguales. Eso sí, la página puede quedar sosa. Hay grandes dibujantes que optan por esta distribución, Como pueden ser Jordi Bernet, Giménez o Segura. Como ejemplo, sirva una página de "Torpedo 1936". Quede claro que tampoco es fácil narrar con este modelo, ya que se transmite al lector la sensación de que la unidad de tiempo que transcurre es constante.
Ahora bien, aunque el sentido de la lectura sea el ya mencionado, hemos visto que puede ser alterado y el efecto resultante es adverso. Esto no siempre tiene que ser así. A veces, puede interesar variar la trayectoria de la lectura para conseguir dotar a la secuencia de un mayor dinamismo o, por el contrario, ralentizarla, siempre en función de la narración.
Estudiemos a Ibáñez. En la siguiente secuencia se traza el camino que siguen los ojos. Nos detenemos en los detalles de la segunda viñeta, para luego seguir la trayectoria natural. De esta manera, el tiempo que hemos empleado en los detallitos es el que les ha llevado a M y F en cruzar la pasarela y embarcar.
Cuando se trata de imprimir un ritmo acelerado, la cosa es más complicada. Hay que ser muy bueno. Y éste es el caso de Fernando de Felipe, que es un monstruo. La siguiente página no tiene desperdicio. La segunda tira -que es la quinta viñeta- tiene el movimiento contrario a la lectura, lo cual debería significar ralentizar la acción. Sin embargo, consigue el efecto contrario, ya que partimos de la mirada de Black Deker en la 4ª viñeta y la acción nos obliga a recorrer la tira en el sentido contrario, pasando directamente a la siguiente tira. Pese a que el movimiento lleva la misma dirección que en la tira de la que venimos, ahora sí ralentiza la acción. De hecho, la para totalmente cuando el personaje damnificado aterriza ante nuestros ojos.
Y todavía no hablo de cómo controla el tiempo a partir del tamaño de las viñetas, pero lo haré más adelante.
Deleitémonos con otra página de de Felipe. Es impresionante cómo consigue acelerar la acción donde le conviene a partir del movimiento de las figuras, pero también cómo se toma las pausas en el momento adecuado...
Es incomprensible cómo semejante genio ha abandonado el mundo de la historieta. Si alguien lo ve, que le dé la lata, que se la dé, pero que vuelva.